El francés Sebastien Ogier (VW-Polo R) cerró ayer el primer día de competencia del Rally de Argentina ganándole el duelo particular por la punta a su compatriota Sébastien Loeb (Citroën) por 16s3/10, en el arranque de la tercera confrontación de ambos en la actual temporada.

La etapa, que comprendió dos pasadas a los segmentos Santa Catalina-La Pampa y Ascochinga-Agua de Oro, ofreció múltiples variables en los tiempos, el clima, la elección de los neumáticos y hasta errores de navegación (se equivocó Del Barrio y volcó Sordo), que marcaron lo cambiante del parcial.

Ogier, de 29 años, salió desde el primer instante a buscar marcar diferencias y lo consiguió no sin esfuerzo, ya que a medida que pasaron los kilómetros, Loeb entró en ritmo (hacía desde febrero en Suecia que no corría) y se acercó a su archirrival, para delirio del público que lo tiene como ídolo y que en cada pasada o cada largada lo saluda con brazos en alto.

Pero para que la pugna fuera más interesante, hubo variables inmanejables para los dos franceses que jugaron un papel preponderante. En primer lugar el clima, que desde varios años parece no tener “feeling” con la fecha mundialista.

Hubo de todo: llovizna y sol y nuevamente llovizna en Santa Catalina-La Pampa; niebla, llovizna y niebla nuevamente en Ascochinga-Agua de Oro.

Con esas condiciones, el piso fue variando entre ambas pasadas y fue toda una lotería acertar con el compuesto de neumáticos ideal para cada tramo.

Loeb reconoció haberse equivocado en la elección de la primera vuelta y Ogier lo padeció al comienzo de la segunda, pero este último tuvo mejor rédito en el segmento más largo del día, y que terminó por catapultarlo a la punta, para cerrar el primer round entre franceses por 16s3/10 a su favor.

Párrafo aparte para el cordobés Gabriel Pozzo (Ford Fiesta), quien en pleno proceso de comunión con el auto, hizo buenos parciales iniciales, mostró adaptación, hasta que la rotura de la dirección hidráulica lo hizo perder terreno, pero se mantiene entre los “top ten”.

El público no estuvo ajeno a los cambios climáticos y debió recurrir a paraguas, sombrillas y todo lo que tuviera a mano para guarecerse de la lluvia inicial, aunque luego disfrutó de su almuerzo sin tener molestias desde el cielo.